Para muchas personas, esta pregunta podría representar un ¡¡¡TREMENDO DILEMA!!! Y seguramente la mayoría se inclinarían por el «me lo gasto, obveeeeoooo«. A mí me cuesta trabajo ser gastalón -pero eso tiene que ver con mis esquemas de carencia de los que no hablaré en este momento-, así que, procuro aplicar un poco de la sabiduría popular del dicho:
«Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre»
Tengo la sensación de que la naturaleza también nos puede dar una orientadita, por ejemplo: parecería imposible estar siempre despierto o parecería inimaginable estar siempre dormido -bueno, quizá algunos de ustedes conozcan excepciones como la del delfín-; el día, tarde o temprano, se vuelve noche; yo no sabría qué hacer si este mundo estuviera poblado únicamente de hombres y, probablemente a las mujeres les sucedería lo mismo si fuesen las únicas en el planeta. Con esas reflexiones es que considero que no todo puede ser ahorro, pero tampoco todo puede ser gasto. Creo que el ahorrar demasiado o el gastarlo todo son conductas aprendidas. De pronto, un balance entre las dos parecería algo más natural. ¿O no?